24 diciembre, 2009

Felicitación navideña 2009


Fue mirando una a una las huellas de su pasado, sin olvidar las futuras que eran las que le importaban. Vio en todas ellas una flor y una canción, y así fue emparejando a la de un ciclamen con Hotel California de Eagles, un clavel amarillo con Imagine de John Lennon, una gerbera roja con Love me tender de Elvis Presley y una rosa blanca con Everybody Hurts de R. E. M. Y fue en ese momento cuando decidió felicitar la Navidad a sus amigos haciéndole mención a sus juegos de flores y música y palabras.

03 diciembre, 2009

En la esquina

(Ilustración: Los borrachos/Velázquez)


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa "El correíllo" el día 22 de diciembre de 2009)


Desde las primeras horas de la mañana, como siempre, en la esquina, junto al bar, apoyado sobre el hombro derecho y tambaleándose a menudo, su mirada se desparramaba como haciendo círculos concéntricos, aquí y allá, aunque las más de las veces tras la figura de una mujer, de cualquier mujer, a ver si como por ensalmo podía ser la suya, la que fue y le dio hijos y felicidad y amor a destajo durante años hasta que al alcohol pudo más que él. Sin embargo, nunca la encontraba el hombre, aunque infinidad de veces se confundía, y entonces dejaba traslucir ante la de turno una sonrisa babosa, bobalicona y servil; también, en ocasiones, se acercaba a la mujer que creía la suya, se arrodillaba a duras penas, alzaba los brazos como clamando al cielo y al mismísimo Dios y decía: Perdóname, esposa mía, te juro que ya nunca más volveré a beber; pero luego, cuando la realidad se imponía, se derrumbaba una vez más y caía al suelo derrotado, sin resuello aparente para poderse levantar, casi siempre con los pantalones meados.

02 diciembre, 2009

¡Feliz cumpleaños, hijo!

(Foto autora: Margarita Ramírez)


Querido hijo:

En este día tan especial para ti, cuando cumples 23 años, mamá y papá sólo pueden decirte que constituyes lo más hermoso de nuestras vidas, por eso, brindamos por ti y por nosotros: por ti por tu existencia, por nosotros por tu existencia.
No creemos que hayan padres tan orgullosos de un hijo como nosotros, y no por nada, y no por el simple hecho de ser padres, y no porque hayas alcanzado cotas inimaginables en tu trayectoria académica, sino porque como persona eres insuperable, y no lo decimos sólo nosotros, hijo, sino todos aquellos que han tenido la oportunidad de conocerte: gracias por ser tú, como eres, como has querido ser.
Si es una golosina de Dios ser madre o padre, nosotros, desde que naciste aquella madrugada del 2 de diciembre de 1986, no hemos dejado de tener nuestras bocas dulces.
¡Qué suerte, Dios, ser padres de un hijo como tú!
Qué pases un feliz día, mi amor, y que cumplas muchísimos años llevando siempre por bandera tu excelsa personalidad.
Te queremos,

27 octubre, 2009

El llanto de la medianoche


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa El correíllo el día 27 de octubre de 2009)





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Quería sonreír, pero no podía. Su cara dejaba traslucir un puñado de rictus hermosos, a pesar de tantas cicatrices recientes. En su silla de ruedas, giraba una y otra vez a lo largo de la habitación, de la alcoba que aún era de los dos. Un silencio pesado invadió la escena. Una mosca apareció de repente queriendo buscar la salida por la única bombilla que los alumbraba. Él, arrimado a la pared, con su cabeza gacha, no se atrevía a mantenerle la mirada, quizás mostrando su falta de valor. Entonces, ella se acercó mucho más, se puso bajo su cara, tomó sus manos y lo miró con serenidad, y con tristeza, tal vez con compasión, y le dijo: Vete si quieres, abandóname ahora si lo deseas, porque ya nunca podré ser la mujer que fui, pero al menos no te olvides de mis besos de enamorada. El telón cayó de repente, o fue la luz que el cobarde apagó antes de salir para no regresar jamás. Alguien escuchó un solo y tenue llanto en aquella ocasión, nada más, que después se repitió durante infinidad de años, siempre a la misma hora, con las campanadas de la medianoche.

20 octubre, 2009

El esplendor de un adiós


(Escrito y leído el día 19 de octubre de 2009 en el III Memorial Dolores Campo Herrero)


Yacía sobre un camastro arrinconado en el ángulo recto que formaban dos de las paredes de su mísero cuarto. Tapado hasta el mismo cuello con una manta rucia y maloliente, sus ojos desprendían aún, quizás, un destello de ilusión, por el contrario, cuando sacó una de sus manos escondidas portando un librillo amarillento que dejó caer al suelo a propósito, supimos todos, sin el menor atisbo de duda, que había optado por dejarse morir. Y así fue.

29 septiembre, 2009

Las pelotas de la vida


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa “El Correíllo" el día 29 de septiembre de 2009)


La vida es una cosa de pelotas en sus más variadas formas, aunque siempre redondas, porque así les salen las cosas, redondas, a los que gobiernan u ostentan el poder de alguna u otra manera y en mayor o menor grado ante el resto del común de los mortales, que no dejamos de ser casi todos, pobres idiotas que hasta nos creemos parte de un mundo donde ellos, los prebostes, nos van hurtando con el disimulo de que están ahí para defender los intereses generales o de la comunidad.

Qué cosas dice y escribe uno a veces. Quizás sea el recorrido de la vida, o el cansancio del camino andado. Pero está claro, la vida es una cosa de pelotas: a veces de baloncesto, donde unos grandullones llenos de ahínco y bondad, nos convierte en seres felices durante un buen rato, o de fútbol, menos grandes y con menos ahínco y bondad: ¡qué diferencia de deportistas, de personas!; en otras ocasiones, y atendiendo a la forma redonda de las dichosas pelotas, caemos en la cuenta de cómo se dan lindos y espeluznantes pelotazos que al final siempre pagan los mismos, y encima sin pelota de clase alguna; abundando, queriendo ver pelotas por todas partes, alucinando quizás por tanta parafernalia vital, cae uno en la cuenta de cómo las potencias del mundo se la pasan unas a otras para que prevalezca el negocio a costa de no querer rebajar el CO2, porque al parecer el futuro no importa, sólo el presente, y no digamos nada, sin ir tan lejos, sobre la forma de quemarse mutuamente por aquí en pos del poder, sin importarles si nos estamos quedando atrás respecto a otros países en superar la dichosa recesión económica: nada de aportar todos su grano de arena.

En fin, pero no todo es tan negativo, aunque sigan siendo asuntos de pelotas de la vida. Dicen por ahí, verbigracia, que España es el líder del empleo verde, aunque igual han querido decir que los cuatro millones de parados están verdes; también que en Irán los maniquíes han de estar con velos y sin curvas, será para no ver tantos desechos y rebajar el número de accidentes de tráfico; además, según el tal Chávez, la ONU ya no huele a azufre, sino a esperanza, aunque habría que ver si esa esperanza va con minúscula o mayúscula; encima hay quien niega que lo de república bananera sólo se da ahora en Honduras, cuando hay tantos lugares donde se cultivan las bananas; para más inri Juanes, Olga Tañón, Bosé y Romero se extrañan de que las dictaduras sean todas iguales: ilusos; incluso que los obispos salgan con que el Estado se debe abstener de intervenir en los asuntos de las instituciones religiosas, curioso; y finalmente que ya, desde ayer, está en las farmacias la píldora poscoital y que, al parecer, sirve también para los pacientes de los tránsfugas de todos los partidos después de una moción de censura, y hasta puede ser, me lo creo a pie juntillas, aunque a estos les sale mucho más cara que los 20 euros, seguro.

¡Mira que hay que tener pelotas! Con razón yo no entiendo nada. Estoy pensando en hacerme gótico, la verdad.



07 septiembre, 2009

Ya la pongo


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa "El Correíllo")



Ya la pongo sobre la mesa. Poso mi mano sobre ella, y la acaricio. La miro y la remiro a hurtadillas y me da hasta miedo. No me atrevo a leer las instrucciones de cómo debo colocarla. Me recuerda el “póntelo/pónselo”. ¿Era así, no? Quizás lo fuera. En fin, a veces pierde uno la memoria.

Qué me estoy refiriendo a la mascarilla que preside la mesa de mi despacho, y aunque me la han proporcionado para afrontar la gripe A1 y B1 y C1 y D1 —qué nos tienen asombrados—, me da que la voy a usar en otros muchos menesteres, incluso, llegado el caso, en la misma playa de Maspalomas, que algo cubre o debe cubrir, pues aquí, en la mayor parte de los asuntos, de lo que se trata es de tapar, lo que sea, pero tapar, aunque sobre todo la incompetencia, y ahora buscando talante, incluso la crisis nos exige talante en vez de trabajo, de productividad, qué modosidad.

En principio, me la pondré cuando utilice el teléfono móvil para hablar, por si me lo tienen pinchado, pues dicen que ella solita se encarga de averiguarlo: ¡es una mascarilla inteligente esta mía!; también, no me vendría mal usarla hoy mismo si pretendo invertir 10 euros que tengo ahorrados, a ver si consigo que me paguen como mínimo un 11%, ¡listo que es uno!, porque por ahí pagan una miseria y la mascarilla, mi mascarilla, a lo mejor, evitará que se contaminen mis dineros con tanto esfuerzo ganados, y gracias que no son 420 euros sin justificar, sin dar un palo al agua, sin realizar una jornada de trabajo a favor de la comunidad en proporción al salario mínimo interprofesional, porque de repente algún lince más que yo me los podría birlar; ¿y si la convierto en un parche de pirata para ver justo la mitad de lo que veo cada día?, así, por ejemplo, evitaría observar mujeres maltratadas, barbas reales y principescas, programas de televisión inmundos, vagos y maleantes, vividores, puteros en el Raval de Barcelona que no sé por qué sólo se mencionan a las putas, brotes verdes que o están mustios o yo ando cegato, aviones de la OTAN bombardeando pobreza y tantas y tantas cosas más que me ayudaría a no ver mi mascarilla mágica.

Sinceramente, me gustaría saber si esta mascarilla para la gripe sirve de preservativo, en cuyo caso patento su uso, qué carajo.

17 agosto, 2009

La fotografía de hoy y del ayer





Qué lejana estaba. Buscaba su mirada perdida, y además hermosa, quizás depositada en el aire como el ying y el yang perfecto. El amor y el desamor trataban de buscar el término medio, pero no existía, aun cuando los dos intentaban encontrarse, rozar sus dermis, entremezclar sus alientos incansables a través del viento. Ella, el ying, se sabía enamorada, y él, el yang, no podía ser menos. Sin embargo, la luz dejó paso a las sombras, y la vida a la muerte, no a la muerte física, sino a aquélla que impedía las caricias y los besos de unos amantes que nunca pudieron serlo, y todo por la fotografía que había hallado entre sus viejos papeles y jamás supo quién pudo haberla puesto allí de forma tan miserable. Y lloró, como un hombre enamorado, o al menos se le escaparon dos lagrimones cara abajo, y ella no lo sabría.

28 julio, 2009

Mi bolso, tu bolso



Querido bolso:
Ando ensimismado. No puedo entender cómo te has podido dejar embaucar por un hombre con bigote, tú, siempre tan a mano y tan dispuesto y tan servicial, pero sobre todo me decepciona que hayas entrado en casas ajenas con semejante descaro sin medir los riesgos que corrías, primero con un hombre y después con una mujer.
Me he enterado de tu existencia por una amiga. Ella dice que podías ser un bolso del montón y hasta un poco desfavorecido, sin embargo, también afirma que eres uno de los más valorados, y claro, he ahí las miserias y los egoísmos de la vida, querido bolso, que aquí sólo importa lo material y lo fácil, cada día más, desgraciadamente, pues si en vez de un bolso llegas a ser una triste mochila ni caso te hubieran hecho, nadie te habría ofrecido salir a la luz de la farsa diaria del poder, aunque igual, alguien, en su pobreza y bondad, reparando en tus encantos, sin mediar interés alguno, te acariciaría y besaría y hasta incluso veneraría.

Tuyo.

28 mayo, 2009

El bar de las tinieblas rotas





La buscaba a tientas, parecía que sus gafas con cristal de culo de botella no le daban para más. ¿Me dijo una cerveza, verdad? Sí. Una vieja nonagenaria surgió en las tinieblas aún mayores de la cocina, con la mirada clavada en el suelo, corcovada, tambaleante y cara de bruja sin oficio. Ahí tiene: una cerveza. ¿Me la abre, por favor? La vieja le propinó sin compasión un golpe en la espalda ¡Abre las cosas, Juanito, qué si yo no me hubiera abierto para tu padre tú no habrías nacido! El cocinero, gordo redondo y sonrosado, aparecía y desaparecía como por ensalmo en el hueco de la puerta sin puerta, tocándose la narizota, y sonreía a lo tonto. ¡Abierta, señor! Gracias. Fea, inmensamente fea, una madre joven con un bebé rubio y precioso, se paseó tras la barra, miraba y remiraba, salió y se sentó en una banqueta junto al solitario cliente, y el cocinero, raudo, se presentó de nuevo, pero ahora con un plato de potaje, que le sirvió en silencio a la mujer. ¿Quieres pan? Y queso, sí. Otro camarero, copia fiel al primero, con idénticas gafas gruesas y pelo igual de amarillento y zombi de la misma manera, saludó al cliente con mano fláccida y sonrisa bobalicona. Mal andan las cosas. Mal, sí señor. Una bombilla se apagó, para estar más en la penumbra. ¿Me cobra? El segundo camarero miraba las monedas acercándoselas a los ojos y levantándose las gafas, hasta incluso dar la sensación de que las olía, se dirigió a la cocina y regresó con el cambio. Este dinero no da para nada, eh. No, para nada, es verdad. El niño lloraba, la madre seguía comiendo con fruición, la nonagenaria regresó y entró en la cocina subiéndose su pantalón desmedido color caqui, el primer camarero tropezó con dos banquetas cuando se dirigía al baño, el segundo camarero retiró la botella de cerveza ya vacía, el cocinero con la boca llena buscó la mirada del niño y el cliente escupió, con el mayor de los disimulos, el buche de cerveza que pretendía tomarse, sin poder averiguar si lo que percibió en su paladar era algo vivo o muerto, hasta que se levantó con el ánimo roto y dejó caer un adiós asqueado de aquel bar de mala muerte.

21 abril, 2009

Una cagarruta en el camino, o dos o muchas


(Ilustración: Siempre hay algún perro/Cecilia)


Esquivando cagarrutas: así se siente el ser humano después de un día cansado de sortear contratiempos y someter por necesidad su mente al vacío para no ofuscarse, tratando de echar en el saco del olvido la mediocridad imperante hecha persona, entre flamencos en el sentido de chulos o insolentes, incompetentes sin más explicación, dignos sin gravedad y decoro y entonces sin dignidad, ineptos creídos, egoístas con faz de bondadosos, coherentes por la gracia de la estupidez que no del Espíritu Santo: amén.
Dios coja confesados a los negros, amarillos y cobrizos, y también a los blancos, por qué no, aun cuando el color de su piel no refleje los tintes y las carencias de su ego.
Nunca habrá un cordero en paz mientras haya un perro entre ellos: amén otra vez.

24 marzo, 2009

Nos veremos a la sombra de un ciprés


(Foto: Margarita Ramírez)



Miró como si fuera un enemigo el papel en blanco. Escuchaba Fever en la voz de Ella Fitzgerald. Recordó sus pasos de niño, sus saltos de joven, sus dudas de hombre y su malestar de ya viejo y enfermo. Sonaba entonces R.E.M. y su Everybody hurts, y le asaltó la nostalgia del amor. Escribió apenas una palabras, algo así como se me escapa la ilusión. Los cantos de sus canarios presagiaban algo muy distinto, sabedores quizás de que el hombre se había quedado embelesado y sonriente mirando un ramito de frisias y narcisos que tenía sobre la mesa, pero no fue así, muy al contrario, porque con los primeros sones de Streets of Philadelphia y la voz de su venerado Bruce Springsteen apagó el aparato musical y no cogió la llave, como de costumbre, para cerrar la puerta y tomar la calle de todas las tardes donde acostumbraba a pasear su soledad, sino que raudo se dirigió al balcón, no sin antes escribir una última frase que hizo estremecer al señor juez: Nos veremos a la sombra de un ciprés.

15 marzo, 2009

La almohada del ayer


(Ilustración: Silvia Abascal/Iván Hidalgo)




Buscaba el hombre en su almohada algo que perteneciera al amor que había perdido, y sacó la funda, y corrió la cremallera, y rebuscó entre las plumas, pero sólo encontró un puñado de hormigas que devoraron su mano, la misma mano con que castigó inmisericorde a la mujer que sólo supo darle amor sin pedirle nada a cambio.

09 marzo, 2009

Debate sobre "Memoria de mis putas tristes"

(Ilustración: Las tres Gracias/Pedro Pablo Rubens)



Nací el 2 de septiembre de 1952, o sea, que tengo ahora 56 años, y en “el año de mis 57 años quiero regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen, es decir, en este año de 2009, y quiero que esa niña sea pobre, que la saquen de la miseria y me la depositen en una cama del prostíbulo de mi amiga Rosa Cabarcas”. No sé qué les parecerá mi idea.

Es un placer estar por aquí de nuevo. Me llevé el año pasado una agradable sorpresa con los miembros de este Club de Lectura de la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés, pues quizás ha sido uno de los momentos más placenteros que me ha dado este tipo de actos o similares, probablemente por la seriedad y la participación de todos ustedes cuando debatimos Crónica de una muerte anunciada.
Gracias, de antemano, a El Corte Inglés y a Anna, por la confianza depositada en mi persona una vez más.

Y bueno, antes de entrar en materia, y precisamente para entrar en materia, me gustaría leerles un poema de Octavio Paz titulado Niña:

Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.

Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.

Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.

No dices nada, niña.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.

¡Niña que me levanta y resucita!
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!

Y tampoco me resisto, por lo mismo de ponernos en situación, a leerles un poema de Nandino Elías titulado Vivo y me desvivo:



Longevidad maldita:
¿por qué si soy ceniza
mi cerebro está en brama
y su lujuria cunde
hasta las marchitas zonas
de mi carne aniquilada?

Longevidad maldita:
llamarada helada,
tantálico averno
de concupiscencia rezagada.

Toda belleza humana
aún me despierta la esperanza
de gozarla,
y vivo y me desvivo
eyaculando
sólo orgasmos de lágrimas.

Como habrán visto, estos dos hermosos poemas tienen mucho que ver con lo que vamos a debatir esta noche aquí: Memoria de mis putas tristes.

A fe que estoy un poco asustado esta vez. Nos hallamos ante un tema complicado para afrontar: quiero pensar que los oídos castos y menos castos encuentren un término medio, término medio en el que yo, también, trataré de navegar con la palabra.
Me gustaría ser un simple intermediario entre ustedes, pues este debate será tanto más rico cuanto más aporte cada uno acerca de las sensibilidades que le hayan despertado esta obra, hasta hacer un todo esperemos que placentero y hasta hermoso.
Leí este libro desde que se publicó, y aún hoy me llama más la atención su tema principal, por lo escabroso, que no viene a ser otro que el de rememorar la historia de un hombre de baja estofa, se mire por donde se mire.
Yo lo titularía Memoria de un triste putero, pues creo que se ajustaría mucho más al argumento, porque triste ha de ser la vida de un hombre que de nada le vale su extensa formación cultural si no la vuelca en el respeto a los demás; que practica la vejación hacia la mujer como premisa fundamental de su larga existencia; que su egocentrismo, a pesar de su edad, no le deja ver cómo es utilizado por una de sus amigas prostituta como Rosa Cabarcas; que no encuentra palabras más bellas, para la niña que pretendía desflorar, que un tierno toro de lidia; que nunca supo ver el amor de aquella que le sirvió siempre y lo amó en silencio, Damiana, quien se quedó virgen por delante porque por detrás fue por donde único se la tiró él, generalmente mientras lavaba la ropa; que fue incapaz en su cobardía de presentarse el día de la boda para desposarse con Ximena Ortiz, aunque bien vengado fue por ella pasados los años cuando se entabló este cruce de palabras en el concierto de Bellas Artes:
-He soñado durante años con este momento -le dijo él.
-¡No me digas! ¿Y tú quién eres?

Otros temas secundarios de la novela podrían ser la pederastia sin duda, la prostitución, el amor y el desamor, la cobardía por el miedo a la muerte, incluso la pedantería de un hombre que presume de sus conquistas de amor de pago, y sobre todo la vejez.
¿Quién no teme a la vejez? Los años de la vejez, donde impera la soledad, se llenan de nada, cuando no de silencios eternos, vejaciones eternas, olvidos eternos. Sin embargo, lo más terrible es la disociación entre una mente que se conserva activa y fecunda, llegado el caso, pero prisionera de su cuerpo que no es el de tiempos atrás, y es aquí donde aflora la sexualidad de la vejez, porque sexualidad también es el erotismo que hay al contactar con una piel ajena que nos hace sentir la propia, el hedonismo de un cortejo, las sensaciones de invadir una mirada y nadar en ella, sobre todo si se es correspondido.
En Memoria de mis putas tristes, ¿alguien piensa que es una historia de amor esta novela?; ¿se puede considerar amor, incluso, los desvaríos del personaje acerca de la niña?; ¿y ese tránsito del viejo protagonista nonagenario hacia la adolescencia?
Hay quien afirma que el tema de esta novela es el de Un amor tardío pero sincero revitaliza y hace superar la soledad de un nonagenario. Yo, desde luego, no lo veo así, aunque varios miembros del Club de Lectura sí que lo vieron y lo sienten así, es más, estos mismo miembros defendían la ternura y el amor que, de forma inesperada después de una vida azarosa entre burdeles y putas, afloró de repente en el lecho de un burdel de mala muerte ante una pobre niña a quien él mismo bautizó como Delgadina.
Quizás, los defensores de ese amor tardío de ese hombre sin escrúpulos, se basaran en frases como ésta: … porque el amor me enseñó demasiado tarde que uno se arregla para alguien, se viste y se perfuma para alguien, y yo nunca había tenido para quién. ¿No había tenido para quién o su personalidad regada por las mayores bajezas se lo habían impedido?
Pienso que, en un par de frases al comienzo de la novela, el autor pretende cubrirse las espaldas para dulcificar o soterrar el tema de la pederastia: Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios; …aquél fue el principio de una nueva vida a una edad en que la mayoría de los mortales están muertos; ... de no ser por los hechos que me dispongo a referir como pueda en esta memoria de mi grande amor.
Ya la primera parte de la novelita de García Márquez resulta desagradable, el mismo comienzo agita la repugnancia: El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.
Pero es más, analicemos sus palabras posteriores donde cree que el mismo Dios está con sus propósitos libidinosos o lujuriosos: ... pero el deseo de aquel día fue tan apremiante que me pareció un recado de Dios. ¿Un recado de Dios? ¿Para qué? ¿Para decirle que se iba a morir pronto y que aprovechara? ¿Y esa sería su gran obra de una vida tan larga, la de acostarse con una niña de catorce años como si la consecución de un objeto se tratara? Hay dos cuestiones que se podrían matizar en este sentido: una, que su vida anterior de poco ha valido, y dos, el regodearse de su suerte en detrimento de los demás mortales.
El egoísmo y esa baja estofa que percibo en el personaje sin nombre, apenas el apodo regalado por sus alumnos de Profesor Mustio Collado, los corrobora el sujeto a lo largo de la memoria que va escribiendo jugando con el presente y el pasado con la maestría indudable de García Márquez, es decir, contando el pasado desde el presente.
Habría que pensarse si esta novela es un enaltecimiento de la pederastia y que si no ha sido denostada es porque la escribió García Márquez. ¿No les parece?
En cierta medida, en la obra el protagonista, si no el autor, lo reconoce cuando dice: …descubrió también que mi celibato inconsolable lo atribuían a una pederastia nocturna que se saciaba con los niños huérfanos de la calle del Crimen.
A mí me gustaría saber la opinión que pueden tener las mujeres acerca de un hombre que, a los cincuenta años, había estado con 514 mujeres, al menos una vez, y que además llevaba una lista de ellas, como el prurito más indeseable. ¿Habrá una mujer en el mundo que se vea atraída por un prototipo de individuo de semejante calaña?: a lo mejor sí, o eso al menos llegué a escuchar en el debate en la sala Ámbito Cultural, y quizás sea así, porque en las cosas del amor no hay patrón preestablecido. Aunque además se debería valorar o partir del hecho de que las prostitutas también dan amor y necesitan ser amadas, hecho que el nonagenario nunca ofreció a tantos amores de pago.
¿Un enfermo o un vividor? ¿Un egoísta sin escrúpulos? ¿Un ser despreciable? Acaso ¿el mayor imbécil digno de la caridad incluso de una vieja prostituta como Rosa Carbarcas?: Ay, mi sabio triste, está bien que estés viejo, pero no pendejo. Esa pobre criatura está lela de amor por ti. ¿Alguien se cree estas palabras? ¡Pobre imbécil, sí! Al final, ¿no es un tonto, un pendejo, el sabio putero?
El ser humano debe distinguir y saber qué puede darle a la vida y qué puede recibir, para luego, en la vejez, hacer recuento de las huellas dejadas en el camino.
Con independencia del oficio del autor de Memoria de mis putas tristes, incontestable además, quizás García Márquez perdió una gran oportunidad para crear una hermosa historia sobre el transcurrir de la vida y hasta la vejez, su ya vejez, en vez de ofrecernos una aventura tenebrosa donde se utiliza la inocencia y la pobreza para satisfacer los bajos instintos del ser humano, también de los viejos, cuando se llega.

06 enero, 2009

Ahí se van los Reyes Magos


(Ilustración: Adoración de los Magos/Velázquez)


Y se fueron los Reyes Magos, pero los muy ignorantes creyendo que han dejado un mundo lleno de ilusión, cuando la realidad es la misma, o peor, pues precisamente con su regreso a Oriente, donde las bombas destrozan los cuerpos de los niños y los indefensos, confirma que todo sigue igual, que cada uno es carta de su baraja, porque los poderosos siguen durmiendo la siesta en una cama de plumas y con un blues de fondo para no despertar, la soledad no tiene compañero de viaje, los pensamientos no enamoran, la tristeza no encuentra puerto donde desembarcar y las lágrimas no se endulzan, las elegías no resucitan a los muertos, los egoísmos pululan a sus anchas, las prostitutas no tienen otra cosa que hacer, los imbéciles no aprenden, las risas se tornan muecas y los cantos en lamentos, lo cotidiano ahoga la música y la convierte en un sonsonete, los pobres siguen siendo un poco más pobres y los ricos un tanto más ricos, y cada uno el mismo idiota en busca de la felicidad plena.
No es una muñeca la vida, ni un simple puzle ordenado la jodida existencia; si acaso, las dos, tirajos dolorosos de la razón, para el que la usa, claro.

01 enero, 2009

La vida es una apuesta


(Ilustración: La Venus del Espejo/Velázquez)


Ha terminado el año. La apuesta está ganada: uno a dos; es decir, hemos apostado una vida, nuestra vida, y hemos sobrevivido, de modo que podemos considerar, cronológicamente claro, que emprendemos otra, o sea, el dos. Sin embargo, no es suficiente, porque la vida en sí misma es guerra y paz, amor y odio, concordia y desavenencia, aborrecimiento y benevolencia, y mucho más y todo.

Yo apuesto por la desnudez del amor, porque la sinrazón se suma por las alcantarillas y se la coman las ratas hediondas, pero también por la coherencia, por la dignidad, por el pensamiento, por la palabra, por el desprendimiento, incluso por la comprensión cuando no haya egoísmo, sí, cuando no haya egoísmo, por favor, o sea producto de la idiotez hecha carne y hueso, pues sólo en este caso decidiré apostar por ser comprensible.

¡Hagan juego, señoras y señores! La apuesta de la vida está abierta, y en cueros.