23 diciembre, 2010

Un calendario para sobrevivir y soñar


ENERO
Cada uno coge el tren de su vida, aunque casi nunca para en la estación de los deseos.
FEBRERO
Si andas los pasos de los demás no esperes divisar tu huella.
MARZO
Quise morirme, y ya hacía tiempo que era una simple estatua de carne.
ABRIL
Escribir es comunicar con belleza, o nada.
MAYO
Cuando la envidia nace corrompe a la persona.
JUNIO
La vida no deja de ser una casualidad.
JULIO
¡Mi pequeño dios ni marcha ni convive con los mezquinos!
AGOSTO
Ay, jugador vicioso, cuándo has visto disparar a un cazador sin liebre a la vista.
SEPTIEMBRE
No busques la huella de mi luz amorosa cuando el corazón se me haya apagado.
OCTUBRE
Tu desnudez habla por ti para mí, no lo dudes.
NOVIEMBRE
El arte siempre está en la naturaleza, por innovador que sea.
DICIEMBRE
En la vida todas las cartas están marcadas, por más que intentes evitarlo.

Felicitación navideña 2010


(Ilustración: Flor de un día)

 


El niño tiró del brazo del padre y le preguntó qué significaba la Navidad para la gente. El padre se rascó la cabeza, pensó lo que pudo y terminó diciéndole que era algo así como flor de un día, pero el niño no entendió. Luego, a duras penas, el hombre, mientras le revolvía el flequillo, le dijo que se trataba de días donde todos mentían mucho sin razón aparente. Finalmente, el niño, listo como él solo, replicó que ah, claro, pues entonces, y no te enfades, hoy te puedo gritar ¡feliz Navidad!

30 noviembre, 2010

Amor y guerra y figuritas de porcelana


(Ilustración: EFE/Un tanque ruso decorado con flores rojas en Praga)


(Fragmento de la novela "Una rosa en la penumbra" leído en CanariasAhora Radio el día 30 de noviembre de 2010) 

   
El volumen de la radio estaba alto, quizás demasiado. La voz del locutor era tan buena que por sí sola merecía la pena escuchar lo que fuera, incluso las malas noticias. Carmela, la Dichosa, lo miraba con cara de loba que está a punto de atacar a su presa.
                   Desde ayer, tropas rusas avanzan sobre Checoslovaquia.
                  Con una pericia digna de encomio, le desabrochó y le quitó la camisa y luego hizo lo mismo con su blusa, tirando enseguida las dos prendas sobre una silla con exactitud milimétrica dejándolas casi colocadas para que no se arrugaran demasiado.
                   Mientras ayer ardía Saigón, hoy París se ha convertido en la sede de la guerra y de la paz.
                  El pantalón y los zapatos de Antuán Constantino desaparecieron como por arte de magia, y la falda negra de Carmela, la Dichosa.
                   Al mismo tiempo que americanos y vietnamitas inician los tanteos para el futuro acuerdo, los estudiantes franceses asolan la ciudad de París.
                  Las bragas y el sujetador de la mujer acabaron enseguida bajo la almohada, acompañados de los calzoncillos ennegrecidos y raídos de Antuán, que por el miedo más parecía que estuviera en el mismo centro de la ciudad de Saigón.
                   Más de quinientos heridos y otros tantos detenidos ayer, durante las manifestaciones del barrio latino.
                  Y ya no logró escuchar ni una sola noticia más, porque Carmela empezó a transitar con las manos de santa que Dios le había dado todo su cuerpo, y después con los labios despegados de par en par, desde la frente a los pies sin obviar zona alguna, es más, deteniéndose en las principales, pero desgraciadamente Antuán no reaccionaba como en medio de los callejones de la calle Sola, dejando en el risco con sus eyaculaciones figuritas de humedad parecidas a la porcelana, sino que se echó a llorar y a temblar como una vara verde, quizás porque le daba grima, o asco, y pena a la vez.


02 noviembre, 2010

Doblan las campanas para un adiós

(Ilustración: García Cabrera 2010/Campanario de Vega de San Mateo)


(Escrito y leído para CanariasAhora Radio el día 2 de noviembre de 2010) 


Doblaban las campanas en la iglesia del pueblo. Los lugareños pululaban por los alrededores como esperando algo, un no sé qué. Un hombre, enjuto y vestido de negro, se paró en seco en medio de la plazoleta, cerró los ojos y quiso sentirse aislado de todo, quizás intentando alejarse algo de la vida, de su vida, y de hallarse un poco muerto, también. Las campanas seguían majaderas. Un niño se acercó al hombre, tiró de su pantalón y le preguntó algo así como si estaba durmiendo de pie, pero el hombre no se inmutó, no movió un solo músculo de su cuerpo, es más, parecía que no respirara. Con una sonrisa pícara, el niño adoptó la misma postura, frente a frente, tal vez tratando de averiguar qué  podía sentir el hombre de aquella manera, como un pasmarote idiota, o simplemente deseando estar mucho más cerca de él, seguro. Lejana, se escuchó la voz fea de una mujer que gritaba tratando de llegar al lugar cuanto antes. Y no se supo nada más de los dos, lo juraron todos hasta la extenuación.

19 octubre, 2010

El amante embeleso


(Ilustración: Desnudo en un sillón/Renoir)



(Escrito y leído para el IV Memorial Dolores Campos Herrero el día 18-10-2010)


Percibía algo extraño alrededor. Deseaba fijarse en todo buscando una simple explicación, pero no la encontraba. Terminó ensimismada, mirando las rosas blancas que había en una jarra sobre la mesa del salón, y trató de hallar en su perfume lo que más deseaba: el aroma del hombre que un día, de improviso, desapareció como por ensalmo sin una razón, sin un triste adiós para el amor. Y fue entonces cuando la bella mujer se vio dominada por el amante embeleso, y de su tez amarga se desprendió un sofoco amoroso, y una sonrisa, y hasta un poquito de pasión. 

27 septiembre, 2010

El mendigo ilustrado

(Ilustración: Mendigo en Nueva York)


 
Quizás llevaba allí muchos días, o meses o años, en el porche de aquella casa de lujo distinguida con el número 9 de la calle 54, muy cerca de la Quinta Avenida. A su alrededor, tirados en el suelo, gente como Allan Poe, Mark Twain, Henri James, Ernest Hemingway y John Steinbeck andaban  alborotados y encerrados en puñados de páginas que él devoraba, para que le fuera pasando la vida con la historia de otras vidas más placenteras que la de él, o peores, por qué no. El mundanal ruido de la ostentación en grado sumo no lo distraían, al contrario, parecía aislarlo más en su cometido, y a fe que lo conseguía, aunque en diversos momentos se hallara en una verdadera jaula de grillos, donde muchos mantenían pulsos fratricidas, otros batallas sin cuartel, alguien ahorcaba a un gato sin compasión, algunos amores imposibles prevalecían ante odios ajenos ambiciosos y hasta un puñado de dichas humanas dejaban de serlo sin razón aparente. Sin embargo, el mendigo ilustrado, a cada instante, por el único hueco que le dejaban sus harapos, echaba un vistazo a Nueva York, y así, allá una limusina y acá una pareja mostrando su riqueza aparente, ora un hombre que le robaba una foto a hurtadillas ora una mujer descarada que le ofrecía un rictus de asco, bien un pobre infante que lo observaba con lástima bien la linda joven que salía del portal con su efímera minifalda enseñándole las braguitas  que tanta ilusión le hacían aún, tanta como los libros, que a menudo la misma muchacha también le regalaba, y los periódicos del día anterior, que de manera religiosa le llevaba el portero de la finca número 7 de la misma calle 54, donde solía encontrar una hamburguesa y algún botito de refresco o de lecha fresca, según la ocasión.

14 septiembre, 2010

Masticando la desdicha


(Ilustración: García Alvarez 2010/Risco Prieto)


 (Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa "El Correíllo" el día 14 de septiembre de 2010)


El muchacho estaba esquelético, comido por la droga. Brincaba, más que caminaba, o es que tenía una pierna más corta que la otra. Llevaba unas botas rotas, un pantalón vaquero muy sucio y un chaleco del mismo estilo, sin botones, que dejaba ver su torso desnudo lleno de cicatrices, inundado de tatuajes de todos los colores. Marchaba junto al hombre serio, ya contento porque había recaudado para la ración diaria.
Cuánto deseaba llegar a las chabolas de Risco Prieto, donde cada noche acudía para comprar la droga. Esperaba que no le entraran los temblores, pero si ocurría antes de que sacaran lo necesario de la basura del supermercado, él le diría a los colegas que el hombre serio ocuparía su lugar, sería el primero en revolver el contenedor, y hasta a lo mejor le tocaría un trocito de brazo de gitano para los dos, bueno, para los tres, porque también contaba a su perrita con quien masticaba cada día el silencio de su desdicha, también de su inmensa soledad.

01 julio, 2010

Premio Nacional Fin de Carrera en Economía


Eduardo recibe de manos del ministro de Educación el Primer Premio Nacional en Economía




El pasado día 25 de mayo, en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, le entregó a Eduardo Dávila Ramírez el Primer Premio Nacional a la Excelencia en el Rendimiento Universitario en Economía correspondiente al curso 2007-2008. Eduardo alcanzó la mayor puntuación no sólo en su licenciatura, sino en todas las carreras que se cursan en España, logrando 17,14 de nota ponderada.
En la actualidad, Eduardo Dávila está cursando el 2º año del doctorado (PhD in Economics) en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.

http://www.rtve.es/noticias/20100525/conjurar-paro-epoca-crisis-mejor-expediente-universitario-toda-espana/332557.shtml

17 junio, 2010

Un flash del gaucho Benedetti


(Ilustración: Griverol/Drama de género)



(De la novela "La calle de La Concordia" y leído en CanariasAhora Radio en su programa "El Correíllo" el día 15 de junio de 2010)




—Si hay Dios me perdonará.

—Lo hay, Miguel Arcángel, lo hay.

Con la mano muy firme se acercó a ella, la miró fijamente a los ojos y empujó el cuchillo justo hasta el mango a la altura del corazón: ni un quejido siquiera, para despedir a la vida, dejó escapar la madre de Marilina; entonces, manteniendo el cuerpo ensangrentado de su mujer, el gaucho Benedetti, le extrajo el arma y luego procedió a tumbarla a lo largo del banco.

Segundos después, una milonga, unos versos de José Hernández, una voz firme y cruel, comenzaron a escucharse en la calle de La Concordia y en La Pampa, en la Patagonia y en Buenos Aires…


Cantando me he de morir.

Cantando me han de enterrar.

Y cantando he de llegar

Al pie del Eterno Padre:

Dende el vientre de mi madre

Vine a este mundo a cantar”.


Pero en aquel momento, el gaucho Benedetti ya sabía, por haberlo comprobado, que él vino al mundo a otra cosa muy distinta que la de cantar.






11 mayo, 2010

La llamada de la triste verdad


(Ilustración: Sileno Borracho/Peter Paul Rubens)


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa "El correíllo" el día 11 de mayo de 2010)


Aquel viernes llegó ilusionado a su casa después del trabajo. Entró silbando, tiró sobre el sofá el maletín donde nunca llevaba papeles sino bocadillos, se dirigió a la cocina y le estampó a la mujer de su vida un beso sonoro en los labios al tiempo que le pasó sus manos abiertas por el trasero; luego, raudo, como una exhalación, se dirigió a la habitación de los niños, quienes se le colgaron del cuello y le arrancaron la promesa de que no dormiría la siesta después de comer, porque deseaban estar cuanto antes en el apartamento de la playa: querían estrenarlo enseguida.
Era un hombre feliz. Acabó de quitarse la ropa en el baño. Meó en el lavabo y se miró en el espejo con una sonrisa abierta. Cuando le llegó el olor de la comida que le preparaba su mujer, sin dudarlo, mientras se ponía un pantalón corto y una camiseta con publicidad de unos grandes almacenes, se consideró afortunado por la esposa que le había tocado, porque gracias a ella, tan ahorradora aunque él no se lo podía explicar, en pocos años, ya tenían la casa pagada y ahora se habían comprado el apartamento, lo que le permitiría los fines de semana pasear por la playa al amanecer y correr chapoteando a la hora del ocaso y tomarse una cerveza en el balconcito escuchando sólo el rumor del mar, tan distinto al ruido ensordecedor de las máquinas de la fábrica. Pero sonó el teléfono y lo cogió para su desgracia, porque en aquel instante se acabó toda la ilusión y el amor que guardaba dentro el pobre hombre.

14 abril, 2010

La espalda del espejo

(Ilustración: Tiziano/Venus con un espejo)


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa "El correíllo" el día 13 de abril de 2010)



No entendía cómo se había podido casar con él. Allí estaba leyendo El Quijote, por enésima vez, y no lograba concentrarse, pues sólo pensaba en lo que se había convertido su vida: al fin una línea de gráfico plana, sin altibajos, como si fuera una monja de clausura, aunque no creía que ninguna monja se tuviera que acostar cada noche con semejante hombre, siempre detrás de otras mujeres.
—Me tengo que ganar el cielo, si el cielo se consigue no habiéndole sido infiel ni con el pensamiento —balbuceaba la pobre mujer.

Allí estaba el hombre. Era capaz de pensar que no la había complacido nunca. No. Jamás. Apenas un detalle de nada, cuando iba al vivero, porque le gustaba mucho la chica que despachaba, y le compraba una planta para que la cuidara muy bien como hacía con los hijos de los dos: tan cariñosa, tan pulcra, tan decorosa, tan madre.
—¡Una santa! ¡Una santa es la pobre! —dijo él.

Federico y Herminia caminaban por el pueblo cogidos de la mano, como siempre, porque nunca se les había visto de otra manera; y la gente pensaba la buena pareja que hacían; lo bien que se llevaban; los tantos años de casados en plena armonía, felizmente casados, como no se cansaban de repetir.


—¡Qué envidia, madre! —dijo una mujer con cara de pena.
—El espejo nunca enseña su espalda, mi hija —replicó la madre.

13 abril, 2010

El amigo que llegó de la oscuridad


(Ilustración: Tiziano/Retrato de Federico II Gonzaga)


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa "El correíllo" el día 16 de marzo de 2010)


Miraba la luna como si no la hubiera visto nunca, y se le escondía a cada instante, furtiva adrede. Cerraba y abría los ojos de vez en cuando. Cientos de pájaros revoloteaban a su alrededor, todos negros, pero no eran mirlos. Un temor profundo se apoderó de él y quiso levantarse, alejarse de aquel lugar que le empezó a parecer maldito, pero no podía, quizás porque su ánimo no le daba para nada más. Entonces decidió acurrucarse allí mismo, esconderse de la luna y de las bandadas de pájaros que iban y venían por decenas, quizás de su vida, hasta que alguien, sigiloso, como llegado de la oscuridad, le posó su mano en el hombro, y aquella mano le pareció humana, pero craso error, no era humana, ni muchísimo menos, sino más excelsa y amistosa y entregada que la de ningún ser humano, porque lo notó enseguida, a ciencia cierta, y no estaba equivocado: su perro, de nombre Bosquimano, quería sacarlo del abatimiento en que se hallaba, y a fe que lo consiguió, como nadie hubiera podido hacerlo, poniéndole con delicadeza y amor la pata encima de su hombro desgajado.

23 febrero, 2010

La barba picante

(Ilustración: El sacrificio de Isaac/Caravaggio)


(Escrito para CanariasAhora Radio y leído en su programa "El correíllo" el día 23 de febrero de 2010)



Sentado en la azotea, mientras escuchaba una y otra vez a su venerado Bruce Springsteen, observaba las evoluciones de una mosca majadera a su alrededor, y pensaba, revivía más bien, su ayer no tan lejano; así, sin dejar de soltar una sonrisa, allí estaba auscultando el seno de su primer amor, acariciando la tez de su madre, riendo a carcajada limpia con sus amigos, birlando una naranja del naranjero, jugando al escondite de las caricias, en fin, abrazando a su mundo feliz. Sin embargo, poco le duró su alegría, porque la mosca intentó entrar en su boca y de un sopapo la dejó estampada a la altura de su barbilla: como siempre la discordia de la vida. Y se dijo: Ni con la memoria te dejan ser feliz. Pero muy pronto se convenció de todo lo contrario, justo cuando su niño llegó, lo abrazó y le dijo: Papá, tu barba picante ha matado una mosca.