Quiso el hombre transitar por la vereda de su tiempo. Recordaba sus años de niño, con tan poco y con tanto a la vez. Quería sentirse joven, igual que lo fue, aunque ya era demasiado tarde. Entonces se miró al espejo, le hizo un guiño a la madurez y a la vida, sonrió un poco y se dijo que todo estaba mereciendo la pena. Ah, y se acordó de felicitar la Navidad.
19 diciembre, 2016
Felicitación Navidad 2016
Quiso el hombre transitar por la vereda de su tiempo. Recordaba sus años de niño, con tan poco y con tanto a la vez. Quería sentirse joven, igual que lo fue, aunque ya era demasiado tarde. Entonces se miró al espejo, le hizo un guiño a la madurez y a la vida, sonrió un poco y se dijo que todo estaba mereciendo la pena. Ah, y se acordó de felicitar la Navidad.
10 octubre, 2016
Oliver Hart y Bengt Holmström, Premio Nobel de Economía 2016
Oliver
Hart, mentor y amigo de Eduardo Dávila, se ha convertido hoy en premio Nobel de
Economía. Hart es profesor de la Universidad de Harvard y ha sido galardonado
por sus aportaciones en torno a la “Teoría de los Contratos”.
28 septiembre, 2016
Boda en Bretton Woods
Buenos días:
Transcurría
el año 1986. Dos vientres maternos abrigaban la esperanza de traer al mundo otros
tantos seres que dieran alegría y continuidad a sus familias. Al final, una
niña y un niño fueron alumbrados y recibidos en este mundo como si de dos estrellas
se tratara, y sus primeros llantos se convirtieron en música celestial.
Los padres de aquellas criaturas, en los primeros
momentos de sus existencias, jamás
pensaron que, un día como hoy, una niña nacida en una lejana e inmensa nación
se uniría en matrimonio a un niño que vio sus primeras luces en un archipiélago
conformado por siete islas pequeñitas perdidas, o a encontrar, en medio del
océano Atlántico: ¡qué sorpresas más hermosas nos ofrece las circunstancias de
la vida! Pero es más, tampoco ellos mismos, Lucía y Eduardo, pudieron imaginar
que su encuentro de amor y su unión se harían realidad en una nación como
Estados Unidos.
¡Cuántas cosas
inesperadas nos regala la existencia! ¡Cuántos sorprendentes encuentros nos
depara la próxima esquina! ¡Cuántas caricias placenteras nos da la brisa venga
de donde venga! ¡Cuántos gratificantes suspiros nos obsequia la puerta de cada
día!
Esos seres, hoy
protagonistas del futuro de una nueva vida que comienza aquí, porque ellos así
lo han decidido, se han de sentir orgullosos de sus vidas, pues desde muy
pequeños, con una constancia y un trabajo incalculables muy difícil de medir, presididos
siempre por la excelencia académica, han sido capaces de superar las barreras
que va colocando la vida siempre, sobre todo en sus comienzos, cuando la
existencia del ser humano se encuentra con todas las dificultades que impone la
sociedad que nos ha tocado vivir.
Se miraron. Se tomaron
de la mano. Sin moverse, la casualidad quiso que pudieran seguir la estela de
una estrella fugaz que cruzó el cielo, y sonrieron, cómplices de los
sentimientos que desprendían y se regalaban. Entonces decidieron tomar la senda
del amor.
Bueno podría ser que se
nos viniera ahora a la mente un fragmento del dramaturgo y poeta español Pedro
Calderón de la Barca, cuando en su obra teatral La vida es sueño dice:
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida?
Una ilusión,
una sombra, una
ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida
es sueño,
y los sueños,
sueños son.
Este
sueño que hoy hacen realidad Lucía y Eduardo, por su propia voluntad, nada
tiene que ver con prisiones como las que sufrió el protagonista Segismundo de
la obra citada, sino con la libertad que les ofrece la juventud de los dos, con
toda una vida por delante llena de proyectos e ilusiones, entonces de sueños
también, los cuales, en este lugar maravilloso, seguro que todos los que
estamos aquí y les acompañamos en algo tan importante para los dos, deseamos de
corazón que se les hagan realidad, pues esos sueños serán sus propias vidas
complementadas por la felicidad y la consecución de los logros que se propongan.
Acompañados
por sus progenitores, por ilustres académicos de la Economía mundial y junto a excelsos
compañeros y amigos fraternos de Eduardo y Lucía, quizá vendría bien recitarles
unos versos del poema Caminante, no hay
camino del poeta español Antonio Machado, con los cuales creo que todos
estaremos de acuerdo en desearle lo mejor a la pareja:
Caminante, son tus huellas
el
camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se
hace camino al andar.
Eduardo,
Lucía: ¡Qué la felicidad les acompañe siempre, sobre todas las cosas!24 mayo, 2016
Conversaciones en la trastienda (7)
Debate: El año del diluvio
Autor: Eduardo Mendoza
Fecha: 24 de mayo de 2016
Lugar: Ámbito Cultural de El Corte Inglés
Las Palmas de Gran Canaria
Fecha: 24 de mayo de 2016
Lugar: Ámbito Cultural de El Corte Inglés
Las Palmas de Gran Canaria
Querida sor Consuelo
Pase usted,
hermana, y no se preocupe por su compra, que ya se la he puesto tras el
mostrador. Muchas gracias. Como puede ver, no es una gran mansión mi
trastienda. Pero es un sitio acogedor: me gusta. Nada que ver con cualquier
estancia en la casa de don Augusto Aixelà, ¿no es cierto? No me habrá invitado a pasar para hablarme de alguien en particular, ¿verdad? Comprenderá
que al interesarme por usted también lo haga por su vida. Bueno, sí, al fin y
al cabo todos lo hacemos de una u otra manera. Sabe, hermana, me fascina.
¿Hasta tanto llega esta pobre monja? Sí, a fe que no pienso en otra cosa desde
que me hablaron de usted por primera vez. Caramba, la fascinada debo ser yo por
el interés que despierto. Me han comentado tantas cosas de sor
Consuelo, una monjita de San Ubaldo de Bassora, que llevo tiempo rogando a Dios
que pasara usted algún día por aquí, me comprara algo y aceptara pasar a esta
trastienda. Pues aquí me tiene, hombre de Dios. Tengo tantas cosas que
decirle, que preguntarle, pero no sé por dónde empezar, se lo aseguro. Podría
hacerlo por el principio, como siempre, ¿no cree? Es usted una persona que
transmite paz y vitalidad, sí. Una monja no debe aceptar tales cumplidos, como
comprenderá; pero bueno, sí que puede agradecerlos, aunque sea a hurtadillas. También
es usted muy guapa, hermana, más de lo que imaginaba, y mire que le he puesto
cara miles de veces desde que supe de su existencia. Por favor…, le ruego que
no tome ese camino, o me levantaré de inmediato. Disculpe, hermana, solo le
estoy siendo sincero, con mi mejor buena fe. Así lo espero. Dígame una cosa, sor
Consuelo, ¿es cierto que estuvieron a punto de fusilarla? Los designios de
Dios, hijo, no lo dude. Ay, hermana, qué atrevimiento el suyo, encerrarse con un hombre armados hasta los dientes y herido por la Guardia Civil, a sabiendas de que era un bandolero además de un fugitivo. Los mismos designios de Dios: el camino que Él nos marca es inhóspito a veces, quizás para poner a prueba nuestra fortaleza y ser buenos
ante la vida y ante los demás. Pero escuche, hermana, y no me lo niegue, por
favor, porque me disgustaría tener la menor decepción con usted: ¿es verdad que
empuñó una pistola y le disparó unos pocos tiros a la Guardia Civil, miembros
del ejército y falangistas para cubrir al bandolero? No debo reconocerlo aquí,
aunque tampoco sé muy bien lo que hice en aquellos momentos, créame; de todas
formas, no entiendo por qué me estoy sometiendo a este interrogatorio por su
parte, cuando solo debo rendir cuentas ante Dios Nuestro Señor. Quizá porque
nos hemos caído bien, sor Consuelo; de todas formas, déjeme decirle que valoro
en su justa medida su lucha y sacrificio por los demás, como ese afán por
construir un asilo de ancianos sin contar con medios para ello. Gracias; algo
bueno debía tener, por Dios. Querida sor Consuelo, por lo menos para mí,
tiene tantas cosas buenas que el mundo sería otro si fuera gobernado por usted.
Las almas, hijo, se han de gobernar por sí solas, no lo olvides, y es Nuestro
Señor quien está ahí siempre presente para prevenirnos de las ventiscas de la
vida, al fin y al cabo las pasiones, las ambiciones y las envidias. Estaría
hablando aquí, en esta trastienda, con usted toda la vida. Eso no sería malo, desde
luego, porque si en este mundo se hablara más, se compartiera más, Dios Nuestro
Señor estaría muy contento con todos nosotros. ¿También con don Augusto Aixelà
a pesar de cómo se comportó con usted? Dios Nuestro Señor tampoco está para
resguardarnos de nuestras debilidades, hijo, sino para ayudarnos cuando las cometemos
en nuestra ignorancia. ¡Buf!; siempre tiene usted la frase exacta, hermana,
para desarmarme; su vida ha debido estar bendecida por la perfección. No crea,
todo lo contrario, soy una torpe monja que no solo entregué todo mi amor de
mujer a un mal hombre sino que, además, he podido elegir mal mi camino. Pues si
usted no, sor Consuelo, qué podría decir yo de mí mismo, un infeliz tendero que
tiene, por toda excelencia, esta triste trastienda como madriguera para sacudirse
de los miedos perennes que le azotan la vida. Escucha, hijo, la música y la voz
de Nuestro Señor de vez en cuando, que este es un buen lugar. ¿Ha sido usted
envidiada, hermana? Supongo que sí; claro que sí: ¿por qué no? ¿Cuándo? ¡Puf!,
tal vez cuando me nombraron Superiora del hospital. ¿Y por qué? No lo sé,
sinceramente; quizá se envidia, y luego se hace daño a los demás, cuando se es
tan mísero como pobre de espíritu, cuando te sabes incapaz de alcanzar las
cotas que logran los demás. ¡Qué raro que una monja como es usted hable así! No
creo que esté muy lejana de lo que Dios Nuestro Señor pensó cuando nos creó, hijo,
porque supongo que Él quiso hacernos así para premiar la fidelidad en pos de
las buenas obras, no de las mezquindades y hasta el odio en la mayoría de las
ocasiones. ¡La leche!, con perdón: cuánto piensa usted, hermana. Yo también
tengo mis dudas, cada día más grandes, del porqué y para qué de nuestra
existencia, y esto no debería confesártelo, hijo. Hasta ahora, hermana, nunca
he tenido una conversación tan hermosa en esta trastienda que no deja de ser el
refugio de mi vida. Y yo me alegro de que así sea, hijo. Aunque no me resisto a
hacerle un par de preguntas, porque la veo ya inquieta por su presencia aquí,
acerca de su vida privada. Tú dirás, hijo. ¿Tanto amó al cacique?, ¿cuánto amó
al falangista?, ¿hasta qué punto amó al perseguidor de gente desgraciada?,
acaso ¿a quién amó fue al adinerado y prepotente? Eso no es un par de
preguntas, hijo, sino un par de pares. Bueno… Todos cometemos errores en la
vida, hijo, unos más grandes y otros más pequeños, pero Dios Nuestro Señor nos
los perdonará si sabemos arrepentirnos con la debida contrición. Sor Consuelo,
espero que no se levante de su asiento y me deje en la más profunda de las
tinieblas humanas, pero he de transmitirle mis sentimientos. Dime, hijo. Me
haría el hombre más feliz del mundo, hasta el punto que podría alcanzar el
cielo en vida, si me dejara besarla y amarla en ese humilde camastro de esta trastienda,
porque la amo, la amo tanto que Dios Nuestro Señor, como se refiere usted a Él,
estará contento de ello, o al menos me perdonará, seguro. Es tarde, hijo,
porque ya he muerto de vieja, recuerda si no que ya era Superiora del hospital
cuando El año del diluvio.
30 marzo, 2016
Conversaciones en la trastienda (6)
El capitán de la ilusión
Como sabes, esta
trastienda es mi confesionario. Sí, ocurrente me ha parecido siempre este lugar, y hasta
pintoresco, creo. Te decía que quiero darle un vuelco a mi vida. ¿Y eso? ¿Has
pensado alguna vez en la hoz de la muerte? Bueno, en la muerte sí, algunas
veces, pero no sé a qué viene a cuento lo de la hoz. Fácil: alguien o algo te
siega la vida; quizás no lo entiendas si nunca has tenido una hoz en la mano y
has segado la hierba, si lo hubieras hecho… Tal vez, como todo en esta vida mejor
experimentarlo. Así es. Pues dime, hombre, lo que te atormenta. No, no es que me atormente, se trata,
simplemente, de que quiero cambiar mi forma de mi vida, aunque a fuerza de ser
sincero, y créeme, me siento temeroso. Los temores son precisamente la cobardía
de la vida. Pues a lo mejor hasta tienes razón: sabias palabras. ¿A qué vuelco
de la vida te refieres? Sinceramente, no sé explicártelo bien, aunque algo así
como encontrar tiempo para observar y disfrutar cuán arrogante es el canario
cantando en la cima misma de un ciprés,
ensimismarme con un humilde mirlo mientras busca ansioso la comida más
hedionda para llevar a sus hijos y a su pareja solitarios en el nido mientras
no deja de llover y hasta sonreír dulcificando mi semblante ante una
insignificante hornera aún construyendo su nido, la muy tonta. ¡Buf!, toda una
clase de ornitología, querido amigo; sin embargo, sigo sin enterarme de lo que deseas,
más bien de lo que pretendes, vamos. Mira, a ver, quizás intento acariciar unos
senos lindos que me regale la vida aunque se esfumen de repente, sentir unos
gestos desinteresados y placenteros en medio de tanto egoísmo y mediocridad, fijarme
y valorar la sonrisa de un niño, desplazarme al unísono con la brisa en busca
de una gaviota hermosa, incluso… qué se yo, percibir la libertad sin
obligaciones perennes. Es decir, algo así como vivir sin ser sometido. Sí, tal
vez. A fe que te propones cosas muy complicadas de conseguir, porque la vida no
deja de ser una vereda pedregosa, que casi siempre te impide caminar como lo
deseas. Quiero convencerme de que puedo, que las piedras del camino no me lo
van a impedir, por muchas dificultades que tenga y deba superar. ¿Te sientes
viejo? No, qué va, todo lo contrario. Entonces… ¿por qué masticas tu
existencia? Tal vez, precisamente, porque quiero saborearla sin cortapisas
antes de que no tenga dientes para hacerlo. Está claro: te sientes viejo. Te
repito que no, ¿y sabes por qué?, pues porque todavía me alimenta la ilusión, y
mientras la tenga, seré joven, tanto como yo quiera, sin importarme los años
que llevo a cuestas. No sé por qué, pero me da que en vez de aspirar a la
felicidad y a la libertad lo que buscas es complicarte la vida más de lo que ya
realmente es. Puede ser, sin embargo, voy a intentarlo, porque siempre hay un
lugar en la senda de la vida donde echar un descanso, para luego continuar. ¿No
serás un iluso? ¿Y por qué no un optimista? A lo mejor. Déjame decirte lo que
pienso hacer… Como tú quieras. Me embarcaré en el primer balandro que
encuentre, tomaré el rumbo que me dicte el viento, gritaré a las olas cómo me
sienta mi nueva juventud, diré a mi amada que aún el roce de su piel con mi
piel me despierta el amor, suspiraré tan profundo que los hálitos de mi vida
volverán a ser jóvenes y hasta quizá, sí quizá, un hermoso y bobalicón delfín
me guiará y acompañará durante toda mi travesía hasta un lugar paradisiaco
donde seré recibido como un capitán. ¿Un capitán? Sí, el capitán de la ilusión.
Desde luego que puede ser maravilloso, amigo. Lo será, si soy capaz de
encontrar el aliviadero necesario, la escorrentía precisa que me conduzca a una
nueva vida sin ataduras.
23 marzo, 2016
Réquiem por Antonio García Cabrera
Te
has ido, compañero y amigo, con el mismo lustre y porte que le diste a tu vida,
demostrando el esfuerzo perenne por hacer ver a los que te rodeaban, día a día,
la realidad de la efímera existencia, quizás por obvia en el olvido de todos.
Queda con mi abrazo fraterno.
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