17 agosto, 2009

La fotografía de hoy y del ayer





Qué lejana estaba. Buscaba su mirada perdida, y además hermosa, quizás depositada en el aire como el ying y el yang perfecto. El amor y el desamor trataban de buscar el término medio, pero no existía, aun cuando los dos intentaban encontrarse, rozar sus dermis, entremezclar sus alientos incansables a través del viento. Ella, el ying, se sabía enamorada, y él, el yang, no podía ser menos. Sin embargo, la luz dejó paso a las sombras, y la vida a la muerte, no a la muerte física, sino a aquélla que impedía las caricias y los besos de unos amantes que nunca pudieron serlo, y todo por la fotografía que había hallado entre sus viejos papeles y jamás supo quién pudo haberla puesto allí de forma tan miserable. Y lloró, como un hombre enamorado, o al menos se le escaparon dos lagrimones cara abajo, y ella no lo sabría.

5 comentarios:

Alexis dijo...

Qué final, maestro.

Antolín dijo...

No hay nada como tener colegas que te aprecien, Alexis, y además amigo. Un abrazo,

Miguel Ángel P. dijo...

Tienes una capacidad para este subgénero envidiable como para la novela también. Felicidades!

Marina N. dijo...

Eres un domador de palabras. Cómo sabes hacerlas tuyas. Me ha encantado este relato, gracias por compartirlo.

Fernando Adrián Flores dijo...

¡Felicitaciones! El relato es muy conmovedor y a la vez intesamente reflexivo.

Desde Mendoza, Argentina.