30 octubre, 2008

El hombre y el templo de las piedras


(Ilustración: Miguel Hidalgo/Sobre Tiwanaku)


Podría parecer un asceta, o quizás un pequeño dios de piedra, pero era sólo un pobre hombre que trataba de buscar el motivo de su existencia a través de las cuatro estaciones del año. Y así, entre nombres de los más raros escuchados, pronunciaba uno a cada instante, ante las atónitas miradas de muchos y las sonrisas de los ignorantes y las muecas de desprecio de los imbéciles, hasta que repitió uno hasta la saciedad y cayó de bruces muerto en dirección a la puerta principal, por donde nacía el sol.
—Kalasasaya, Kalasasaya, Kalasasaya —fue lo último que pronunció el pobre hombre.
—La gente está loca, caballero —dijo un idiota más.

No hay comentarios: