13 diciembre, 2020

Felicitación Navidad 2019

 



Muchachos cogiendo fruta/ Francisco de Goya/ Museo del Prado

La vida es un juego/ FELICITACIÓN NAVIDAD 2019

Necesitaban comer. Sonreían expectantes, temerosos y a hurtadillas, incluso a sabiendas de que si los descubría el señorito podría darles un par de latigazos y atarlos junto a las mulas. El objetivo estaba tan cerca que parecía imposible no alcanzarlo. Una, dos, tres y cuatro. Cuando lograron tener en la mano una pieza de fruta cada uno se miraron en silencio primero, se fundieron en un abrazo después y rieron alegres mientras se felicitaban la Navidad con el primer mordisco en el lugar más recóndito.

Antolín Dávila


20 diciembre, 2018

Felicitación Navidad 2018








El primer pantalón/Lamberto Alonso Torres/Museo del Prado www.museodelprado.es


Podría contarte tantas cosas de este año que finaliza… Por ejemplo, que ya no tengo canario que me despierte al amanecer con sus cantos alegres y agradecidos, y no se fue volando, precisamente, aunque sí feliz arrastrando su vejez, mientras el molinete que siempre lo acompañó, a mi parecer, ahora, gira lerdo y tristón porque ya no tiene admirador. Pero para qué contarte más, si los instantes placenteros de la vida que dejan de serlo tal cual se convierten en efímeros recuerdos que se ahogan en el olvido, no en latidos capaces de henchirte el corazón provocándote una linda sonrisa, un embeleso, una caricia fugaz, un sonrojo de amor. En fin, déjame felicitarte la Navidad 2018, que igual se me olvida.


www.antolindavila.com                                                                                          Antolín Dávila

19 diciembre, 2017

Felicitación Navidad



Detalle de El triunfo de Baco/Velázquez/Museo del Prado

Has llegado, querido Maxwell, para hacerme feliz, pero también para ayudarme a comprender que ya empiezo a ser viejo, y aunque pueda parecer una contradicción no lo es, porque tu presencia constituye la continuidad de la existencia en sí misma. Aquí me tienes, sentado en el escritorio luchando con las grafías como acostumbro, hermosa obsesión mucho más en este instante, porque me siento tan orgulloso de ti que, a pesar de los mares que nos separan, te veo en mi regazo acompañándome y pulsando el teclado del ordenador, como lo hizo tu padre cuando era chico, también regalándome gracias a través de las redes sociales con miradas sorpresivas que dedicas a tu papá, quien no es otro que mi hijo, además de ofrecerme sonrisas de infante, tan maravillosas como inesperadas, y sonidos guturales graciosos en busca de tu primera palabra. Por todo, amado Maxwell, quiero que me hagas un regalo más: déjame que tome tu pequeña mano y felicitemos juntos la Navidad de este año 2017 que te ha visto nacer.

www.antolindavila.com                                                                                           Antolín Dávila


22 febrero, 2017

Una juventud




Debate:       Una juventud

Autor:        Patrick Modiano

Fecha:        22 de febrero de 2017

Lugar:        Ámbito Cultural de El Corte Inglés

                    LAS PALMAS DE GRAN CANARIA



Nos encontramos ante la obra de un gran maestro de la literatura que, quizá, si nos fiamos de las sensaciones iniciales de lector, nos lleve a equívocos a la hora de hacer un análisis del transcurrir de la misma hasta su punto y final.
Lo primero que sorprende es que el presente solo aparece en las primeras dieciocho páginas de la novela, donde de manera efímera se manifiesta la vida actual de los personajes principales Louis y Odile, pues todo lo demás es pasado, y el pasado de los dos apenas lo envuelve la juventud y el conformismo.
A medida que se avanza en la lectura de Una juventud, de Patrick Modiano, las impresiones no pueden ser más desalentadoras, porque una sucesión de breves escenas, apenas insinuadas, desorientan al lector en gran medida, quien no encuentra ilación alguna en lo que se narra.
Mientras, un buen número de personajes secundarios, que aparecen y desaparecen sin más, se sumergen en el limbo de lo desconocido sin razón aparente, como si temieran ser partícipes de una historia que no les conviene.
De igual manera, nos encontramos con relaciones amorosas que apenas lo parecen, como la de Brossier y Jacqueline y la de Bejardy y Nicole Haas, y escenas de prostitución, en el caso de Odile,  que por su desarrollo superficial podrían ser calificadas como consentidas, cuando realmente surgen por la necesidad, o en otras situaciones similares que, por permitidas, no dejan de ser traumáticas para la protagonista y, sin embargo, suponen en la trama apenas una circunstancia más en la dura vida de una joven que se siente sola y sin amparo, como quien se ha convertido en su pareja después de un encuentro casual, Louis, tan joven y tan solo también.
Eso sí, infinidad de lugares del París de la posguerra, citados con minuciosidad salvo en contadas ocasiones,  enriquecen la lectura de la obra en gran medida.
Sí. Cuesta adentrarse en el mundo que nos propone el autor. El discurrir se hace lento y distante, avanza la novela sin alma, descrita con maestría desde luego, pero apenas apoyada por la continuidad de pasajes evocadores, nada más, que van apareciendo uno tras otro durante el discurrir de la historia y se esfuman a las primeras de cambio.
Si bien, en un momento dado, el interés del lector se despierta como consecuencia de la desconfianza que abruma a Louis en torno a quienes se convierten en sus benefactores primero y hasta mentores después, Bejardy y Brossier, dos hombres de dudosa reputación que se mueven en el mercado negro y en negocios muy poco transparentes que el propio Louis trata de averiguar.
Rematando, una trama efímera y un tanto insustancial, se termina sosteniendo en una operación de tráfico de divisas, la última, que da origen al final de la novela, final que resulta, paradójicamente, el más amable posible para el lector.
De todas formas, como la magia de la narrativa es sobrenatural, quiero pensar que el autor nos pretende resumir todo lo que no nos ha contado aprovechándose de las palabras de Bauer, un personaje que puede muy bien pasar desapercibido en la novela: Pero cuando hojeo este álbum y los miro, uno detrás de otro, me da la impresión de que son olas que han ido rompiendo por turnos.
Entonces Patrick Modiano, en Una juventud, con un estilo distinto y práctica novedosa, nos regala una particular visión de la vida basada en la presencia fugaz como la de las olas, al fin y al cabo cada uno de los acontecimientos más significativos que marcan la existencia del ser humano y van quedando atrás, igual que un trozo de roca cae despacio hacia el mar y desaparece entre un surtidor de espuma.


MI RELACIÓN PERSONAL CON LOUIS Y ODILE


Quedamos en tomarnos unos camparis en el bulevar, para así conocernos mejor. Ella, Odile, me parece una buena mujer, aunque de mirada un tanto sufrida; él, Louis, da la impresión de ser un conformista de la vida. Así, como de soslayo, los dos me han invitado a conocer París y sus andanzas por él cuando eran más jóvenes de lo que además son. La verdad que me crea muchas dudas esta posible amistad. En fin, esperemos a los efectos de los camparis.


Acudimos a la cita puntualmente. El camarero se puso a hablar con Louis, quizá aprovechando para perfeccionar su francés. Mientras, Odile, con un encanto especial, me contaba una anécdota de un travesti español que se buscaba la vida en París, quien en la primera actuación como tal, en una sala de fiestas, cayó fulminado en el escenario antes de empezar, al parecer porque no soportaba la presión del vestido que ella misma junto a su amiga Mary le habían confeccionado en sus ratos libres. La verdad: me sentía cómodo, incluso diría que muy bien, junto a la pareja.


En un momento dado, cuando Louis fue al baño, Odile me lo dijo en voz muy baja: ¿sabes que me he prostituido? Me quedé anonadado, sin palabras también. No sé si lo sabrá Louis, abundó ella. Al fin, le dije algo así: bueno, supongo que has tenido una vida muy complicada. Y traté de explicarme mejor: mira, ¿no has pensado con qué se prostituye una persona a cada instante?, pues nada más y nada menos que con la palabra. Me encanta como hablas, susurró la buena de Odile, y balbuceó apenas: nunca lo había pensado.


Seguíamos allí sentados. La tarde empezaba a refrescar. Miré el reloj: ya llevábamos charlando más de dos horas; y quizá íbamos por la tercera copa, si no por la cuarta, hasta el punto que los ojos de Odile parecían aturdidos. Louis puso su mano sobre mi brazo, me miró fijamente y me dijo: ¿sabes que de joven fui traficante de divisas? No, no lo sabía, le contesté. Sí, podía haber arruinado mi vida, pero la suerte quiso que fuera nuestra salvación y pudiéramos salir de las cloacas donde estábamos sumidos, si bien, no dejo de sentirme perseguido, aunque también feliz, porque gracias a ello Odile y yo somos personas y continuamos embarcados en nuestro amor. A fe que Louis me pareció un pajarillo indefenso, y valioso. 



Una copa de media tarde se había convertido en una serie hasta bien entrada la noche con luna de nieve. Louis y yo estábamos medio borrachos, y Odile, muy serena, brillaba más entre las luces y las sombras, preciosa. El momento era tan placentero que no queríamos despedirnos. Un mirlo sonámbulo se movió entre las palmeras. Mejor aquí que en París, escuché decir apenas a Odile. Me halagaron sus palabras. Al fin nos despedimos abrazándonos, como si nos hubiéramos conocido durante toda la vida, y quedamos para vernos por última vez el próximo día 22, a las siete de la tarde.

19 diciembre, 2016

Felicitación Navidad 2016






Quiso el hombre transitar por la vereda de su tiempo. Recordaba sus años de niño, con tan poco y con tanto a la vez. Quería sentirse joven, igual que lo fue, aunque ya era demasiado tarde. Entonces se miró al espejo, le hizo un guiño a la madurez y a la vida, sonrió un poco y se dijo que todo estaba mereciendo la pena. Ah, y se acordó de felicitar la Navidad.



10 octubre, 2016

Oliver Hart y Bengt Holmström, Premio Nobel de Economía 2016



Oliver Hart, mentor y amigo de Eduardo Dávila, se ha convertido hoy en premio Nobel de Economía. Hart es profesor de la Universidad de Harvard y ha sido galardonado por sus aportaciones en torno a la “Teoría de los Contratos”.

28 septiembre, 2016

Boda en Bretton Woods




Buenos días:
                        Transcurría el año 1986. Dos vientres maternos abrigaban la esperanza de traer al mundo otros tantos seres que dieran alegría y continuidad a sus familias. Al final, una niña y un niño fueron alumbrados y recibidos en este mundo como si de dos estrellas se tratara, y sus primeros llantos se convirtieron en música celestial.
                         Los padres de aquellas criaturas, en los primeros momentos de sus existencias,  jamás pensaron que, un día como hoy, una niña nacida en una lejana e inmensa nación se uniría en matrimonio a un niño que vio sus primeras luces en un archipiélago conformado por siete islas pequeñitas perdidas, o a encontrar, en medio del océano Atlántico: ¡qué sorpresas más hermosas nos ofrece las circunstancias de la vida! Pero es más, tampoco ellos mismos, Lucía y Eduardo, pudieron imaginar que su encuentro de amor y su unión se harían realidad en una nación como Estados Unidos.
                       ¡Cuántas cosas inesperadas nos regala la existencia! ¡Cuántos sorprendentes encuentros nos depara la próxima esquina! ¡Cuántas caricias placenteras nos da la brisa venga de donde venga! ¡Cuántos gratificantes suspiros nos obsequia la puerta de cada día!
                        Esos seres, hoy protagonistas del futuro de una nueva vida que comienza aquí, porque ellos así lo han decidido, se han de sentir orgullosos de sus vidas, pues desde muy pequeños, con una constancia y un trabajo incalculables muy difícil de medir, presididos siempre por la excelencia académica, han sido capaces de superar las barreras que va colocando la vida siempre, sobre todo en sus comienzos, cuando la existencia del ser humano se encuentra con todas las dificultades que impone la sociedad que nos ha tocado vivir.
                        Se miraron. Se tomaron de la mano. Sin moverse, la casualidad quiso que pudieran seguir la estela de una estrella fugaz que cruzó el cielo, y sonrieron, cómplices de los sentimientos que desprendían y se regalaban. Entonces decidieron tomar la senda del amor.
                        Bueno podría ser que se nos viniera ahora a la mente un fragmento del dramaturgo y poeta español Pedro Calderón de la Barca, cuando en su obra teatral La vida es sueño dice:
                        ¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
 y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
                        Este sueño que hoy hacen realidad Lucía y Eduardo, por su propia voluntad, nada tiene que ver con prisiones como las que sufrió el protagonista Segismundo de la obra citada, sino con la libertad que les ofrece la juventud de los dos, con toda una vida por delante llena de proyectos e ilusiones, entonces de sueños también, los cuales, en este lugar maravilloso, seguro que todos los que estamos aquí y les acompañamos en algo tan importante para los dos, deseamos de corazón que se les hagan realidad, pues esos sueños serán sus propias vidas complementadas por la felicidad y la consecución de los logros que se propongan.
                        Acompañados por sus progenitores, por ilustres académicos de la Economía mundial y junto a excelsos compañeros y amigos fraternos de Eduardo y Lucía, quizá vendría bien recitarles unos versos del poema Caminante, no hay camino del poeta español Antonio Machado, con los cuales creo que todos estaremos de acuerdo en desearle lo mejor a la pareja:
                        Caminante, son tus huellas
                        el camino y nada más;          
                        caminante, no hay camino,   
                        se hace camino al andar.
                        Eduardo, Lucía: ¡Qué la felicidad les acompañe siempre, sobre todas las cosas!