(Ilustración: Niños comiendo uvas y melón/Murillo)
Los amores de Gudenina
Estás en tu
casa. Si tú lo dices. ¿Sabes una cosa? Tú dirás. Me gustaría que volviéramos a
la niñez, y a nuestra juventud. Ya es tarde: ¿no te parece? Bueno, sí y no,
porque siempre habrá oportunidad de echar un vistazo atrás, en busca de las
miradas perdidas y los sentimientos olvidados. Lo dudo mucho, porque el tiempo
es un martillo de pedrero, que constante no tiene compasión ni con la memoria.
Nunca podré olvidarme de tu sombrero de paja, que tanto te rogaba tu madre que
llevaras siempre puesto, para resguardarte del sol. Fui un niño demasiado
cuidado. Todo lo contrario de lo que mis padres hicieron conmigo. Puede ser.
¿Recuerdas a Gudenina? ¡Cómo voy a olvidarla! ¿Ves?; te contradices: ni
martillo ni nada, porque siempre queda la memoria. Bueno, es que has tocado el
punto flaco de mis recuerdos. No te perdono que la besaras tú antes que yo. Ni
yo que tú también terminaras besándola. Era una niña preciosa, y encantadora a
más no poder: aún la percibo en mis ensoñaciones de siesta, con sus floreados
trajes de franela y su pamela graciosa, corriendo en mi busca para encerrarnos
en el pajar. No sabía eso del pajar. Como sé que te puede doler, no deberíamos
continuar esta conversación. No te preocupes: los dolores lejanos dejan de
escocer. Allí nos hicimos hombre y mujer, aunque no te lo puedas creer. ¿En la
misma época que me regalaba sus besos a mí? ¡No, hombre!; poco más tarde, justo
cuando tu padre te impedía salir por las tardes para que te dedicaras a
estudiar. ¡Maldito sea! ¿Maldices a tu padre? Sí. ¿Tanto te dolió perderla?
Nunca ha habido otra mujer para mí que Gudenina, no lo olvides, pero lo peor de
todo es que jamás encontraré algo igual por donde ya voy, y todo por culpa de
mi padre: de ahí que lo maldiga. No sabía que hubiera significado tanto para ti
aquella chiquilla de entonces. ¿Te extraña? Sí, mucho. Quizás porque tú seas
tan mezquino como él. ¿Cómo tu padre? ¡Cómo quién va a ser? Lo siento; ya te
digo: no supuse, ni por asomo, que Gudenina fuera algo tan importante para ti.
Tanto que jamás he tocado a otra mujer. ¡No me lo puedo creer, amigo! Yo no soy
tu amigo, recuérdalo bien, a pesar de lo que compartimos en nuestra niñez y
juventud. Me odias, ¿no? Dime sólo una cosa: ¿eres tú el padre del hijo que
parió Gudenina? Ella dijo que sí, pero yo no me lo creo. ¡Eres un maldito
bastardo!
3 comentarios:
¡Un texto precioso! Felicidades Antolín.
Qué maravilloso hubiese sido estar en el lugar de Gudenina.Por cierto,qué habilidada a la hora de elegir los nombres...Magistral.
Podria ser el comienzo de tu proxima gran novela. Te animo a continuarla. "Una rosa en la penumbra", si mal no recuerdo, se gestaba por este mes de noviembre de hace unos años, y somos muchos los que estamos deseando engancharnos de nuevo a tus letras.
Un abrazo.
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