17 agosto, 2009

La fotografía de hoy y del ayer





Qué lejana estaba. Buscaba su mirada perdida, y además hermosa, quizás depositada en el aire como el ying y el yang perfecto. El amor y el desamor trataban de buscar el término medio, pero no existía, aun cuando los dos intentaban encontrarse, rozar sus dermis, entremezclar sus alientos incansables a través del viento. Ella, el ying, se sabía enamorada, y él, el yang, no podía ser menos. Sin embargo, la luz dejó paso a las sombras, y la vida a la muerte, no a la muerte física, sino a aquélla que impedía las caricias y los besos de unos amantes que nunca pudieron serlo, y todo por la fotografía que había hallado entre sus viejos papeles y jamás supo quién pudo haberla puesto allí de forma tan miserable. Y lloró, como un hombre enamorado, o al menos se le escaparon dos lagrimones cara abajo, y ella no lo sabría.