Buscaba el hombre algo
para entretenerse. Decidió mirarse al espejo, y quiso sentirse joven y apuesto,
algo así como un Rick Blaine, el de Casablanca,
pero se vio avejentado y sin ganas de nada. Intentaba encontrarse la
sonrisa pero no la hallaba, ni la suya de siempre ni ninguna otra. Guiñaba los
ojos, ora uno como si lo hiciera para un niño ora el otro destinado a una dama
de buen ver. Suspiró. Y para su sorpresa, de repente, vio reflejada en el
espejo a la bella y hermosa Ilsa Lund, la de Casablanca también, quien le puso una mano sobre el hombro y le
susurró al oído algo así como ánimo,
hombre, que no se es viejo por la edad, sino por los lamentos; y le
felicitó la Navidad, para agradecimiento infinito e ilusión eterna del hombre.
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1 comentario:
Original por sí sola amigo Antolín. Precioso texto para la ocasión. Muchas gracias. Un abrazo.
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