(Ilustración: Detalle de Los Fusilamientos/Goya)
Son días de ira.
Todo lo contrario, creo: estos días son de paz. ¿No percibes el ánimo del
mundo? Bueno, en cierta medida sí. Igual decido a partir de ahora hablar lo
menos posible, o nada. ¿Por qué? Tengo la sensación de que todas las palabras
están vacías. Tampoco será para tanto, hombre. ¿Te cuento la historia que me
atormenta? Como tú quieras. Mira, la a le dice a la be que quiere amedrentar a la
ce, cuando todos saben que la de, en connivencia con la e y gracias a la osadía
de la efe, un día como éste en la casa de la ge, decidieron acabar con la vida
de la hache, la i, la jota y la ka; por otra parte, dicen que la ele, al enterarse
del plan, descargó contra la eme todo su odio, pero ésta se propuso no
despertar más rencores, si bien, poco después, montó en cólera al enterarse de
que la ene, y tal vez la eñe, estaban dispuestas a empuñar las armas, porque
presentían que la o, de acuerdo con la pe, la cu y la erre, habían decidido
sembrar la violencia aunque le costara la vida a la inocente ese y a la buena
de la te; al final, todas, sin excepción, incluidas la u y la uve, armadas
hasta los dientes, decidieron sembrar el dolor y la muerte, sin embargo, la
equis abrazó a la ye y la zeta a las dos, buscando la comprensión, el amor y la
solidaridad de sus semejantes, aunque de nada les sirvió su hermoso gesto,
porque al final, lo único que imperaba, también en el mundo de las grafías, era
el poder. ¡Estás loco! No hablo nunca más; sólo me queda decirte algo: ¡feliz
Navidad!
Antolín Dávila
www.antolindavila.com
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